
Esta noticia del Hoy de 18 de junio. No devuelve al esperanza y como ya sabéis sólo la buena gente hará que cambien las cosas en Extremadura para los animales.
Ayer, en el taller de Extrecar, concesionario de Peugeot en Plasencia, el protagonista no fue el gato hidráulico que sube y baja vehículos para que el mecánico se meta debajo y escudriñe las tripas del coche. Eso es lo habitual. Pero ayer fue un día distinto. Ayer, el protagonista fue un gato de carne y hueso. Un minino pequeño, gracioso, de pelo gris, con unas pocas semanas de vida a sus espaldas. Pero qué vida. Ajetreo puro.
Ayer , el gato fue el asunto de conversación entre los trabajadores de Extrecar, que tiene sus instalaciones en el polígono industrial de la cuidad. Al poco de comenzar la mañana, apareció por allí una grúa cargando un coche. En principio, una imagen de lo más cotidiana en un lugar donde se venden y arreglan turismos. Sin embargo, esa grúa y ese coche son dos piezas claves de una historia con final feliz que comenzó hace unos días en la ronda del Salvador.
Desde principios de semana, varios vecinos de esa céntrica calle le seguían los pasos a un gato que no paraba de maullar y con cierta querencia a los motores de los coches. «En invierno -explica uno de los personajes fundamentales en esta trama, algo reacio a aparecer en los papeles-, es normal que los gatos se refugien en los motores de los coches, porque buscan el calor, pero no es tan normal que lo hagan en esta época, cuando ya hace calor».
La explicación está, quizás, en que el animal que aparece en la foto tiene unas pocas semanas de vida, y al decir de algunos vecinos de la ronda del Salvador, anda aún un poco desorientado. Días atrás, varios residentes en la zona vivieron idéntica situación: subirse al coche, disponerse a arrancar y parar la mano que sujeta la llave al oír un maullido procedente del motor. Le ha pasado a más de uno. También ha habido quien ha intentado atraérselo con comida para cogerlo, pero todos han fracasado.
Hasta ayer por la mañana. Lo cuenta el protagonista. «Cogí el coche, arranqué y empecé a circular -relata- y al poco, unas mujeres que había en la acera me dijeron que parara, que llevaba un gato en el coche. Paré, me bajé y efectivamente, se oía un gato en el motor». En tal tesitura, optó por coger su teléfono móvil y pedir que le enviaran una grúa. La grúa llegó, cargó el coche y lo llevó hasta el taller del concesionario de Peugeot. Allí, levantaron el capó, retiraron la pieza que protege el motor, y allí apareció él, el pequeño minino. «Hubo que ponerse guantes para cogerlo, porque arañaba», recuerdan en el concesionario.
Una vez fuera del coche en el que se había refugiado, los empleados le metieron en una caja, donde el gato travieso esperó a que su nuevo dueño, un empleado del departamento comercial de Peugeot en Plasencia, acabara su jornada laboral de mañana. Así, el gato nervioso y maullador que llevaba días manteniendo en vilo a unos cuantos vecinos del Rosal de Ayala dejará el barrio. En realidad, debe estar satisfecho el animal, a pesar de la odisea vivida. Ya sólo le quedan seis vidas.
Ayer, en el taller de Extrecar, concesionario de Peugeot en Plasencia, el protagonista no fue el gato hidráulico que sube y baja vehículos para que el mecánico se meta debajo y escudriñe las tripas del coche. Eso es lo habitual. Pero ayer fue un día distinto. Ayer, el protagonista fue un gato de carne y hueso. Un minino pequeño, gracioso, de pelo gris, con unas pocas semanas de vida a sus espaldas. Pero qué vida. Ajetreo puro.
Ayer , el gato fue el asunto de conversación entre los trabajadores de Extrecar, que tiene sus instalaciones en el polígono industrial de la cuidad. Al poco de comenzar la mañana, apareció por allí una grúa cargando un coche. En principio, una imagen de lo más cotidiana en un lugar donde se venden y arreglan turismos. Sin embargo, esa grúa y ese coche son dos piezas claves de una historia con final feliz que comenzó hace unos días en la ronda del Salvador.
Desde principios de semana, varios vecinos de esa céntrica calle le seguían los pasos a un gato que no paraba de maullar y con cierta querencia a los motores de los coches. «En invierno -explica uno de los personajes fundamentales en esta trama, algo reacio a aparecer en los papeles-, es normal que los gatos se refugien en los motores de los coches, porque buscan el calor, pero no es tan normal que lo hagan en esta época, cuando ya hace calor».
La explicación está, quizás, en que el animal que aparece en la foto tiene unas pocas semanas de vida, y al decir de algunos vecinos de la ronda del Salvador, anda aún un poco desorientado. Días atrás, varios residentes en la zona vivieron idéntica situación: subirse al coche, disponerse a arrancar y parar la mano que sujeta la llave al oír un maullido procedente del motor. Le ha pasado a más de uno. También ha habido quien ha intentado atraérselo con comida para cogerlo, pero todos han fracasado.
Hasta ayer por la mañana. Lo cuenta el protagonista. «Cogí el coche, arranqué y empecé a circular -relata- y al poco, unas mujeres que había en la acera me dijeron que parara, que llevaba un gato en el coche. Paré, me bajé y efectivamente, se oía un gato en el motor». En tal tesitura, optó por coger su teléfono móvil y pedir que le enviaran una grúa. La grúa llegó, cargó el coche y lo llevó hasta el taller del concesionario de Peugeot. Allí, levantaron el capó, retiraron la pieza que protege el motor, y allí apareció él, el pequeño minino. «Hubo que ponerse guantes para cogerlo, porque arañaba», recuerdan en el concesionario.
Una vez fuera del coche en el que se había refugiado, los empleados le metieron en una caja, donde el gato travieso esperó a que su nuevo dueño, un empleado del departamento comercial de Peugeot en Plasencia, acabara su jornada laboral de mañana. Así, el gato nervioso y maullador que llevaba días manteniendo en vilo a unos cuantos vecinos del Rosal de Ayala dejará el barrio. En realidad, debe estar satisfecho el animal, a pesar de la odisea vivida. Ya sólo le quedan seis vidas.